viernes, 9 de mayo de 2014

Y las niñas volvieron, pero a nadie le importó

Siempre recordaré el 2014 como el año que cambió mi vida. Era un lunes cualquiera de un mes cualquiera, un lunes 14 de abril. Como hoy, pero 17 años antes. Antes de que mi forma de ver el mundo hubiera cambiado para siempre. Antes de que a aquellos hombres de Boko Haram se les ocurriera arrebatarme mi infancia. La mía y la de mis más de 200 compañeras.

Miembros del Boko Haram en Nigeria

Como cada día, hoy me persiguen las sombras de las ideas que rondaban mi mente en aquella oscura habitación demasiado pequeña para todas nosotras. Se me ponen los pelos de punta de solo pensarlo. El calor de nuestros cuerpos se tornaba gélido cuando se oían los pasos lejanos de los secuestradores. Reconocería esos pasos entre un millón, siempre tan seguros y decididos, apresurados. Con ellos se acercaban los peores pensamientos hasta los rincones más escondidos de mi cabeza. Fueron tan solo eso, pensamientos, durante los tres primeros días, los que pensé que eran los tres peores días de mi vida. ¡Qué equivocada estaba!

Al cuarto día mis peores pesadillas se hicieron realidad. Cuando una mano firme se abrió paso en la oscuridad de aquel lugar para tirar de mí, deseé con más fuerza que nunca no estar allí. Quise gritar. Cerrar los ojos y desaparecer. Junté mis párpados con tanta intensidad que por un instante pensé que mi deseo de huir se cumpliría. Pero esa sensación no duró más de unos segundos, hasta que noté que me dejaban caer al suelo y me arrancaban la ropa a una velocidad de vértigo. Lo que ocurrió después es, sin duda alguna, el peor momento de mi vida; el momento que me ha hecho perder la confianza en todo hombre; el momento que me acompaña cada noche a la cama; el momento que condiciona cada paso que doy.

Su nariz recorrió todo mi cuerpo mientras yo trataba de deshacerme del férreo control que todo su ser ejercía sobre mí, intentando quitarme de encima a aquel monstruo. Sentí su asquerosa sonrisa de placer en mi oreja antes de que su mano tapara bruscamente mis labios para acallar los gritos de desesperación que salían desde lo más profundo de mis pulmones. Su mano izquierda se deslizó hasta mi entrepierna y entonces comenzó a susurrar palabras incomprensibles en un idioma que, en mis 9 años de vida, jamás había escuchado. Las fuerzas no tardaron en dejarme sola con aquel hombre, que sonreía entre las sombras del lugar más horrible de la Tierra. 
Manifestaciones en favor de la liberación de las niñas en Nigeria

La situación se repitió día sí y día también durante años hasta que todas nos acostumbramos a los abusos. Pero cada vez éramos menos y se nos complicaba más escondernos en aquella habitación que se nos antojaba más grande cada día.  Algunas de las chicas decían que las que se iban estaban muertas, otras que se habían ido a su casa... Incluso una vez escuché a alguien decir que había visto cómo un hombre desconocido había ido a buscar a un grupo de niñas a las que no volvería a ver entre aquellas cuatro paredes. 

Hacía años que no teníamos noticias del exterior ¿se estaría preocupando el mundo por nosotras? Era difícil de imaginar, ¿a quién le importarían unas cuantas niñas nigerianas desaparecidas? A nadie. O al menos eso creía yo hasta que un haz de luz me cegó una mañana... O una tarde... Hacía tiempo que no sabía si era de noche o de día... Era luz natural; una luz que no veía desde aquel 14 de abril de 2014; una luz acompañada de innumerables figuras humanas, las de quienes por fin nos salvarían; una luz casi tan brillante como la de nuestras sonrisas.

Durante días me negué a hablar con nadie, no quería recordar, pero era inevitable. Cada vez que cerraba los ojos me ahogaba en las lágrimas producidas por la sonrisa de mi secuestrador, que me perseguía. Me dijeron que llevaba más de seis años allí, me dijeron que hacía dos semanas había sido mi cumpleaños, mi decimoquinto cumpleaños. Pero la libertad que por fin me habían devuelto no consiguió borrar de mi mente cada segundo de aquellos años. No volvería a ser la misma niña alegre que una vez, hace ahora 17 años, fui. 

Varios personajes públicos posando con el lema "Real men don't buy girls"
Algo después, cuando por fin pude hablar de mis vivencias, supe que durante los primeros meses de mi secuestro, todo el mundo se había movilizado a través de Internet, luchando por nuestra liberación con lemas como "Real men don't buy girls" o "Bring back our girls". Repito, durante los primeros meses. Como siempre ocurre. Supongo que esperaban que les diera las gracias al salir de allí, pero no pude. A lo mejor, si no se hubieran olvidado de mí, si hubieran hecho de aquello algo más que una moda de Facebook, hoy les estaría agradecida.


Sí, yo fui una de las niñas desaparecidas de Chibok, una de esas niñas que se quedó sin infancia por las diferencias religiosas. Y lo sigo siendo, lo seré siempre, porque el Boko Haram se llevó mi vida.