viernes, 21 de marzo de 2014

Llegaron descalzos y gritando "¡Viva España!"

Escondidos entre las sombras del monte Gurugú, en Marruecos; a la espera del momento oportuno para actuar; en silencio, escuchando desde la distancia los gritos de sus conocidos, los 1100 familiares y amigos que se habían atrevido a intentarlo aquella mañana de martes. Un grupo de 1500 africanos de diversas nacionalidades aguardaba las noticias de quienes, bajo la protección de la espesa niebla del 18 de marzo, habían unido sus fuerzas para cruzar la valla que cada día observaban desde territorio marroquí con su mente llena de esperanza e incertidumbre. 

Inmigrantes saltando la valla de Melilla
Pronto, el sonido de los pasos de quienes, una vez más, habían visto truncado su sueño de llegar a Europa a través de la barrera metálica de Melilla, llegó a los oídos de aquel grupo. Medio millar lo había conseguido. La alegría y  la esperanza se adueñaron de ellos. Por un momento se imaginaron en el paraíso europeo, con calzado, ropa limpia y comida suficiente para alimentar a toda su familia. 500 más que decían adiós a una vida de miseria para adentrarse en un mundo completamente diferente al de ese continente en el que les había tocado nacer. Al menos eso pensaban ellos...

En España, mientras tanto, el ministro del interior intentaba hacer frente a los numerosos problemas que le causaban esos cientos de inmigrantes que habían invadido su país por la mañana. Tendría que abandonar su ajetreada vida de político español para ocuparse de unos cuantos africanos...

El Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes en Melilla se había saturado y tenía que dar cobijo a 1900 personas en un lugar con aforo para 480. Era vital buscar apoyo para los agentes que diariamente se dedican a vigilar la valla de la frontera, pero sobre todo, buscar dinero (de ése que le sobra al Estado español) para mejorar la iluminación de la zona, movilizar a dos módulos de intervención policial de la Policía Nacional y al Módulo de Intervención Rápida del GRS de la Guardia Civil, asegurar la frontera con más cámaras térmicas e instalar una malla antitrepa a lo largo de toda la valla. Aquello tenía que convertirse en un muro infranqueable. En un momento de lucidez, el ministro Jorge Fernández Díaz, incluso pensó que si se le pedía amablemente a los inmigrantes que no entraran ilegalmente en nuestro país, quizá tuviera resultado. Así que dijo: "No es mucho pedir que quien quiera venir a España, lo haga de manera legal y no de forma violenta". Tan sencillo como eso, ¿verdad, señor ministro?


Algunos de los llegados el martes muestran su alegría a la cámara


La alegría de los subsaharianos llegados a España era indescriptible, después de dejar sus preocupaciones tras el triple vallado, comenzaban su andadura por Europa. Las palabras del presidente de Melilla repetidas en todas las televisiones desaparecían bajo los cánticos de felicidad de aquellas 500 personas que por fin habían traspasado la frontera. "Los cientos de subsaharianos que estaban entrando parecían un ejército", decía Juan José Imbroda, presidente de Melilla, a los medios. Ese "ejército", que en ningún caso tenía como objetivo destruir ni la más mínima parte del continente de sus sueños, respondía con sonrisas inundadas de esperanza. Las piedras del camino bajo sus pies descalzos ya no les molestaban, pues habían superado el mayor de sus problemas, las heridas causadas por las cuchillas que habían atravesado eran entonces lo de menos, pues habían saltado aquella valla en la que se despidieron de los otros 600 que no consiguieron pasar, la frontera que miraban con incertidumbre cada día, y que ahora observarían desde el lado opuesto. 

Restos del paso de los inmigrantes por la valla
Estos africanos alcanzaron el más difícil de sus objetivos el martes por la mañana, pero con algo de suerte, también habrán logrado hacer pensar a quienes dirigen el mundo, a esos que día tras día dan la espalda al continente africano. Con un poco de suerte, habrán conseguido que se giren para mirar a África y se pregunten por qué, ¿por qué siguen intentando venir a Europa? ¿qué estamos haciendo mal? En España, el ministro del interior pide ayuda financiera a Europa para enfrentarse a los gastos que acarreará la modificación de la seguridad de la frontera con África, escudándose en eso de "no sólo llegan a España, también llegan a Europa". No va mal encaminado... Pero el verdadero problema no es la inmigración, sino la causa de ésta. Nadie busca soluciones a la precariedad de la vida africana, todos se limitan a buscar la forma de cerrar las fronteras del continente olvidado, hasta que se convierta en una enorme cárcel en la que el mayor castigo sea nacer enjaulado. 

Si las autoridades de toda Europa unieran su poderío económico para invertir en África en lugar de para hacer crecer las vallas de las fronteras, todo cambiaría, y eso a lo que hoy llaman problema desaparecería, pues los subsaharianos no desearían cambiar su estilo de vida por el europeo.  Las mallas antitrepa no son la solución, ni mucho menos los muros de hormigón que se han levantado en otros países. La solución está en nosotros. Cuando dejemos de pasar por alto el maltrato a los inmigrantes, los políticos de todo el mundo se darán cuenta de dónde está el verdadero problema. 

 Herida provocada por las cuchillas de la valla.



jueves, 13 de marzo de 2014

Luchando por su libertad

Dembe y Machyo. Dos jóvenes ugandeses. Chicos de tez oscura y mirada profunda. Hijos comprometidos con sus familias. Estudiantes responsables. Dembe y Machyo. Dos jóvenes ejemplares. Ejemplares si no les hubiera tocado nacer en Uganda. Dembe y Machyo. Dos jóvenes ugandeses y homosexuales. Probablemente la peor combinación de adjetivos que puede existir.



Yoweri Museveni, presidente de Uganda
Desde que en febrero Yoweri Museveni, presidente de Uganda, reabriera la propuesta de ley antihomosexual de David Bahati, la situación de Dembe y Machyo se ha complicado aún más, si cabe. Si hace unos años se escondían con miedo a ser castigados por su condición, hoy luchan por salvar la poca libertad que les queda, pues a Museveni se le ha ocurrido endurecer las penas y condenar a 14 años de cárcel a todo aquel que muestre de forma directa o no su homosexualidad. 


Machyo, sentado frente al periódico, trataba de animar a Dembe, susurrando palabras de esperanza, entre las que el nombre de Barack Obama y sus intentos por detener al presidente ganaban un peso importante. Esta escena se sucedió día tras día, hasta que llegó el 24 de febrero, el horrible lunes en que llegó a oídos de Dembe que Yoweri Museveni había firmado la ley antigay que no sólo conllevaba la encarcelación para los homosexuales residentes en el país, sino que además castigaba con cadena perpetua a lo que fue denominado "homosexualidad agravada", en la que intervienen seropositivos, discapacitados o menores. Esa tarde Machyo y Dembe supieron que vivían en el peor país para ser homosexual. 

Protestas en Kenia en contra de la ley antihomosexual
Las protestas en otros países de las que se habían hecho eco los medios de comunicación ugandeses no habían servido para nada. Las palabras de presión de Obama no tuvieron efecto sobre las firmes ideas del presidente Museveni. La interrupción de las ayudas a Uganda por parte de muchos países europeos no consiguieron su objetivo. Entonces, tanto Machyo y Dembe como otros 500.000 homosexuales residentes en el país, temieron por su libertad, quisieron pensar que aquello no era más que un mal sueño. Aquel día negro en el que quien se hace llamar dirigente de Uganda, abría su boca para decir que los gays y lesbianas del Estado del que es responsable son como "mercenarios y lesbianas", convertidos a la homosexualidad por amor al dinero, aquel día negro en el que Museveni firmaba la ley que busca la condena de todos ellos, alguien se centraba en redactar una lista con nada más y nada menos que 200 nombres de homosexuales ugandeses, la cual sería publicada en el diario "RedPepper". 

Y ahí estaban Dembe y Machyo con el miedo extendido por todo su cuerpo, leyendo uno a uno los nombres de aquellos ugandeses y las terribles historias, probablemente fruto de la invención de algún pseudoperiodista, que contaba el diario sobre ellos. Leían rápidamente con la esperanza de no encontrarse en aquella lista, porque estaban seguros de lo que significaría para ellos. Pero esas esperanzas desaparecieron por completo cuando Machyo leyó el nombre de su compañero en aquellas líneas. Las lágrimas se apoderaron de ellos, y mientras se miraban, ambos pensaban en la violenta muerte de David Kato en 2011, importante activista defensor de los derechos de los homosexuales, después de que su nombre fuera publicado en un periódico ugandés acompañado de una sola palabra: "Colgadlos".

Portada del diario "Red Pepper"
Su suerte dependía entonces de la misericordia de su presidente, la cual, como el mundo entero había podido intuir, era cuanto menos, inexistente. ¿Qué hacer cuando se es buscado por una condición inevitable? ¿Correr es o no una opción en esa situación? ¿Es abandonarse a la suerte de un desconocido mejor que luchar por la libertad? Machyo y Dembe lo intentaron, convencidos de que si hacían algo para evitar la aceptación de aquella ley por parte del resto de los países, cambiarían un poco el mundo. Y aunque hoy no lo percibamos, las acciones de valentía Dembe y Machyo, símbolos de todos y cada uno de los homosexuales que han luchado por sus derechos en Uganda en los últimos años, obtendrán su objetivo en el futuro. 


Homosexualidad en África

Mapa de leyes antihomosexualidad en África

Mientras en el mundo desarrollado se avanza hacia la igualdad y la tolerancia en lo relacionado con la homosexualidad, la homofobia en África gana terreno a las actitudes tolerantes y progresistas de países como Sudáfrica, que se distancia del resto del continente en esta materia, pues permite el matrimonio entre personas del mismo sexo. En el resto de los países africanos, se puede llegar a condenar la homosexualidad con prisión o incluso pena de muerte, y aunque en determinados territorios no existe ley antihomosexual, las prácticas homosexuales están mal vistas. 
Ahora sólo cabe esperar que en el futuro próximo, los países africanos rechacen la opción de endurecer las penas contra la comunidad gay para caminar hacia la tolerancia que simboliza Sudáfrica en este continente olvidado.