sábado, 15 de febrero de 2014

Adama

Hace ya casi tres años de aquel instante. Una llamada de teléfono que, sin saberlo, cambiaría mi vida para siempre. Una noticia inesperada que haría que hoy, años más tarde, esté aquí sentada escribiendo las primeras líneas de mi nuevo blog.

Adama es un niño al que conocí en Senegal a finales de junio de 2011. Él ya no se acordará de mí, por supuesto, pero la alegría que representaba su sonrisa en aquel orfanato de la capital forma parte del viaje que cambió mi vida, es un recuerdo de esas dos semanas que supusieron el comienzo de una nueva forma de entender el mundo. Es por esto que la sonrisa de Adama se convirtió en un símbolo de lo que representa para mí la verdadera felicidad, esa facilidad para sonreír a pesar de todas las dificultades. Dificultades muy presentes en el día a día de los habitantes de muchos países africanos, dificultades que olvidamos desde occidente, haciendo oídos sordos de las escasas noticias que nos llegan de este continente y autoconvenciéndonos de que “no podemos hacer nada”.


En estos países se violan los Derechos Humanos por norma general, pero ¿qué más da? Nosotros somos felices bajando el volumen del televisor cuando aparecen noticias acerca de estos problemas o simplemente dando la espalda a todo lo que tiene que ver con el tercer mundo para centrarnos en lo realmente importante: nuestra felicidad personal. Éste parece ser el planteamiento más fácil, el que domina las mentes de los habitantes de los países desarrollados, porque no parece importar la humanidad de aquellos que trabajan de sol a sol para que podamos mantener este nivel de vida.

Entre los reflejos del lago rosa de Dakar, no pude vislumbrar lo que me esperaba en aquel país, pero hoy, a más de 1500 km de ese lugar, se me antoja como uno de los espacios más bellos del mundo, no ya por sus indescriptibles paisajes, sino también por su cultura y su gente, que derrocha amabilidad. No sé a qué se deben las sonrisas de los habitantes de este país, pero sí sé que no es justo que personas como ellos sufran cada día al ver que sus derechos son violados continuamente sin ningún tipo de miramiento.


Gracias a África Andando sé que sí puedo hacer algo para cambiar la situación de estos países, aunque esté lejos, aunque para la sociedad yo no sea nadie, sí puedo hacer algo, puedo hacer que quienes lean este blog sepan lo que ocurre realmente en África y se sientan obligados a actuar, puedo informar.


                                     

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